
Nos hemos acostumbrado a ver la tragedia en el monitor de nuestras televisiones, nos han quitado la capacidad de asombro ante los momentos más dolorosos que ha vivido y vive la humanidad; estamos acostumbrados con solidarizarnos con un mensaje virtual… Ciertamente a veces no tenemos otro recurso, tampoco tenemos la certeza en caso de tenerlo que peste realmente llegue a su destino en la forma más conveniente.
Nos han enseñado a desconfiar de lo que vemos y de lo que nos dicen, las realidades que observamos nos rebasan, nos destrozan ante la impotencia de hacer algo que sea continuidad de lo que otros hacen para ir por el camino adecuado, en ocasiones la naturaleza nos prueba para demostrar la empatia que sentimos por el otro, por los otros y reconocernos tan indefensos ante su fuerza destructiva.

Elevemos una voz solidaria sin importar creencias y situación geográfica, sabemos que no podemos sentir el frió y tampoco el calor de la tragedia a la distancia, pero podemos reconocernos en el rostro de la humanidad que somos.
